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ARNAU PUIG – «OBSERVANDO LA OBRA EN EL ESPACIO DE PEP FAJARDO» 2006

Observando la obra de Pep Fajardo.

En El Sueño de una Noche de Verano shakesperiano Puck piensa: “Es curiosa esa humanidad, les gusta ver lo que no hay”, pero Aristófanes, otro autor de comedias quiere que la gente entienda que todo es lo bastante ridículo como para tomárselo en serio. Los incondicionales de Shakespeare son capaces de rendir los afectos y la vida por una ilusión transitoria; los conciudadanos del sarcástico contemporáneo de Sócrates sienten que todo es relativo (por eso el filósofo de la calle quería arrancar la verdad de lo que realmente ocurría y no de lo que se quería pensar que había) quizás mejor, para no equivocarse, creer que en la realidad hay lo que cada uno quiere que haya.

Todas estas reflexiones me las ha provocado la obra plástica de Pep Fajardo. ¿Cuales son los materiales de Pep Fajardo? Pues pueden ser todos los que hay a su alcance. Lo que él hace es pasearse por éste mundo proveído de algunas ideas – en ese sentido se sentiría un poco platónico o , si queréis, un poco nutrido por los mitos sociales y aplicarlos en lo que parece que los justificará, con ciertos arreglos, en efecto, ya si algún sentido tiene el hombre, en medio de ésta naturaleza tan compleja y bien encajada (todo queda justificado por todo), es que sepa encontrar alguna posibilidad de mostrar su ingenio, otra manera de hacer diferente a la de la Naturaleza, aunque todo lo que hay está aquí y no hay nada más que lo que se nos ofrece a las manos y a la vista pero con la puerta abierta de una posible aplicación del imaginario para romper la monotonía que afecta a casi todos los seres de la creación como resultado de unas aparentes repeticiones cíclicas. [Por lo menos así nos parece].

Esta monotonía no la encontramos nunca en la obra, que oscila entre la del herrero, la del arquitecto y la del orfebre, de Pep Fajardo. Nuestro autor, que acabaremos designando como artista, se ha dado cuenta –como Puck o como cualquier personaje del comediógrafo griego– que las cosas son lo que la gente cree que son; pero si haces ver que son otra cosa, también acaban creyendo. No es que la gente sea estúpida, ni que a Fajardo haya que aceptarlo como inventor de fábulas, sino que atendiendo a lo que hay, como él mismo dice, y lo explica en cada una de sus obras, una psiconáutica del objeto, entonces lo que son los objetos no es para nada lo que quisiera Platón –aquellas cosas perennes e inmodificables– sino lo que cada uno quiere que sean (el artista, en este caso es un sugeridor de lo que pueden ser, dejando al usuario un uso particularizado y propio de las necesidades que determina su psique) atendiendo así mismo a los factores objetivos de la física y de la química, que son las propiedades que, como objetos naturales, tienen todas las cosas. Por que no nos pensemos que podemos hacer lo que queramos en este mundo: lo que es pesado es pesado; lo que es ligero es ligero, y lo que es blanco sólo será negro si lo pintamos. Si bien, y Fajardo lo tiene milimetrado, hay cosas naturales que por medio de la química –aquello de las proporciones debidas que no excluyen las afinidades– admiten alianzas y proyectan locuras que la física todavía no permite. Si no observad sus Simbiosis, en estos objetos propuestos por Fajardo ninguno de los elementos que intervienen cumplen las leyes físicas que rigen este tipo de cuerpos y eso es lo que hace que los afectos y los deseos se muestren como propiedades que de ese objeto emanan.
Pero lo mismo tenemos con las Semillas, objetos materiales y pesados que se desplazan por el aire (los instrumentos o naves-semilla) porque lo que transportan son emociones y sensaciones y este tipo de composiciones sólo es cuestión de química: Todo el mundo se alía con quien tiene afinidades, al margen de las contradicciones insalvables. Goethe, en 1790, ya escribió todo un tratado sobre este tipo de relaciones. A su manera, ahora Fajardo lo recupera y nos lo muestra y explica según apariencias y realidades del imaginario plástico.

Pero todavía hay muchos aspectos de psiconáutica y de física y química en la obra de Pep Fajardo: son las escenografías. Nos podríamos preguntar el por qué de estos espacios semantizados, de unos espacios con el sentido de lo que los componen. Fajardo tiene una vivencia, sabe que si se le ha manifestado es porque hay unos sentimientos, unas necesidades afectivas, unas emociones que le provocan y a las cuales ha de dar realidad para concretarlas y empiecen a dar satisfacción. Es como en la vida, pero ahora en arte, en el mundo de las formas ingeniosas. Estas formas desarrolladas como escenografías en el espacio se transforman en realmente penetrables, o el imaginario ha salida de la mente y se ha instalado en la realidad, son mesurables y dimensionables. Observándolas se experimenta como si la intimidad hubiera pasado a ser el paisaje real de la conciencia: Observatorio de vuelos, o Viviendo en una nube son ejemplos de estos instrumentos reales para emplazarse en el imaginario plástico.

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Claro que hubiera podido escribir un texto con otra historia: la del collage en el arte contemporáneo, la de la recuperación de las cargas psíquicas que encontramos en los soportes de todo lo que queremos convertir de objeto de uso en proyección de sentimiento, o hacer un discurso sobre la valoración formal de los restos que, cuando han llegado a ese estado ya son otra cosa para quien no los necesita como restos, son lo que se ve o se percibe. Habríamos encontrado contenido teórico suficiente para hablar del paso del minimalismo al simbolismo de la necesidad expresiva, que es lo que en definitiva hay en estos objetos escultóricos de Fajardo. Habríamos podido reflexionar con otras palabras sobre los sintagmas plásticos en la obra del artista donde el contenido significativo le viene de la conjunción de la forma con una palabra o una vivencia, o de la relación de una forma con otra forma o intención. Y también habríamos escrito que a menudo lo plástico no sabe donde empieza su aventura: si en la forma encontrada, en el concepto que ha provocado la visión del azar formal o bien, construyendo, en un momento dado se da cuenta de que lo que está elaborando se explica por sí mismo porque es la forma correspondiente a su idea, percatándose justo en el momento de hacer.

Observemos todas estas obras con expectativa formal y con deseo. Es suficiente.

Arnau Puig, filósofo y crítico de arte

«OBSERVANDO LA OBRA EN EL ESPACIO DE PEP FAJARDO» 2006

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