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Pep Fajardo – «Bitácora del silencio» 2015

Bitácora es aquel armario de un barco, cerca del timón, donde se ubica la brújula y donde se almacenan, entre otras cosas, las experiencias de navegación en forma de cuaderno que describe el desarrollo de un viaje. Crisol de ideas e intenciones con una estructura cronológica y cierta subjetividad, ligada siempre a una realidad vivida y cambiante, donde se describe un camino, un ir tirando. Datos de aquello que ha ido sucediendo y de lo que hay que tomar nota por la cuenta que nos trae. Poner un pie delante de otro sin perder el equilibrio en un ejercicio de constante esfuerzo y constancia para no caer.

Silencio es el silencio. Bitácora y Silencio tienen mucho que ver con la praxis artística. Lejos del ruido exterior hay que dar relevancia al transcurso del trabajo silencioso y cotidiano, sin desfallecer a pesar de los vientos en contra y los monstruosos infiernos que nos asedian. La descripción de un trayecto es tanto o más importante que el fin del mismo… La Itaca de Kavafis podría ser ilustrativo y parabólico ejemplo. Recorrer y aprender de un mismo.

Durante un tiempo, en íntimas y enriquecedoras conversaciones, se deducía que en algunas de mis piezas había ruido. Un eco del mundo urbano. Y si, implícitamente considero que lo había; a menudo explícitamente también. Eran tiempo de objet trouvé y de estar más avezado a la mecánica y a la física recreativa; juegos de ingenio que tan entregado me tuvieron. El tiempo pasa y todos juntos vamos mutando. Bien venida y maravillosa la metamorfosis que nos libera de la insistencia y la repetición de argumentos para hacernos menos predecibles. Hace falta no aburrir al interlocutor, al que mira, al que observa… Que al fin y al cabo es quien recibe las andanadas más o menos creativas y totalmente intencionadas. Siempre, por parte mía, buscando la línea de flotación del alma, la piel, la humanidad.

Me interesa el latido mágico, el divertimento sin banalidades… El objeto dotado de intención y abierto a diferentes interpretaciones. Sin dogmatizar materiales ni técnicas, puesto que todo es válido si es útil. La dignidad material capaz de dibujar en el espacio.

Siempre he mantenido cierta obstinación en la defensa del hecho que no hacen falta demasiadas explicaciones respecto a aquello que hacemos nosotros, los ampulosamente llamados “artistas”. Y cuando son necesarias algo no marcha bien. Sólo hay que contemplar y dejarse ir obedeciendo los parámetros objetuales encontrados en el laboratorio que es el taller. Juan- Eduardo Cirlot creía firmemente en el significado subconsciente de los objetos. Yo también.

En la exposición “Bitácora del silencio”, en la Galería Pilar Riberaygua, hay cierto intento de mirada retrospectiva, una ambición testimonial donde quedan patentes los últimos hallazgos como parte de la serie “Eyekus”, particular neologismo que le da título, inspirado en el carácter visual del haiku japonés, brevísimo y minimalista poema de tres versos. O las piezas que incorporan lentes ópticas, fotografía, luz o espejos interiores. Y otras que bajo mi criterio merecen ser transmitidas y revisitadas, como “Gran Arco” y “Observatorio”, los más grandes de los formatos que se integran a la muestra.

Un breve paréntesis cronológico de dedicación continua y silenciosa. Un simple, a la vez que complicado, ejercicio de readaptación de la realidad. “… De los puntos cardinales, del humo, de la nube, del punto, del planeta…” Manuel Vázquez-Montalbán dixit, a colación de lo que estamos tratando. Sólo esto.

El rumbo, desconocido. El mar, sublevado. La voluntad como una facultad de decidir y ordenar la propia conducta: autobiográfica, firme y silenciosamente insistente. Coordenadas actuales.

Silencio y Bitácora.

Pep Fajardo

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