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PEP FAJARDO – «CIELO» 2004

Generalmente, entre nosotros, los que trabajamos y pretendemos traficar con humo -hablo de los «artistas»- existe el afán de atar todo bien atado, con un principio y un final.
Este «Cielo» no tiene final ni principio, la extensión del pretexto susodicho puede ser infinita, como él mismo, pero la vanidad que conlleva poner las cartas boca arriba también implica un posicionamiento y una cierta pretensión de bloque en lo que expresa algo tan tangible como es el resultado de una labor de taller y soledad de corredor de fondo, ese tótem que se contrapone a lo que de público conlleva mostrar el trabajo propio. Azarosa y humilde pseudolección no magistral y antidogmática a la que puedes someter al resto de los mortales que te rodean.

El hilo conductor en «Cielo» es el cielo en sí mismo, como espacio en el que en la realidad podrían oníricamente interactuar los objetos perpetrados, convertidos en discursos visuales abstractamente figurativos.
La búsqueda de lo básico en el mensaje es el Norte, y la finitud y concreción de las propuestas es el Sur, el Este y el Oeste, con todos sus medios e intermedios puntos. Lo lúdico en el significado y la codiciada ironía son señales en el sendero que ansían guiar al paseante para buscar esa complicidad necesaria y llana que uno mendiga por ahí, exenta de la obligatoriedad de párrafos y párrafos escritos o de locuaces explicaciones retóricas, esa complicidad visionaria necesitada como mucho de algún verso roto y herrumbroso de Corcobado con sus Chatarreros de Sangre y Cielo hecho canción:

«…se cayeron las estrellas de la noche astillada
dejando el cielo sin su exaltación de plata»

«… y cuando tu voz se acerca a mi voz,
las cicatrices del cielo desaparecen,
las cicatrices del cielo ya no llueven».

«Cielo» va contra los infiernos acosantes. Por la insumisión vazquezmontalbiana que un día salió de un tintero.
«Cielo» es una posibilidad entre mil de jugar al escape de los significados reales, una retahíla de impulsos hechos físicos, susceptibles de palpar y cuestionar. Un punto de partida. Un desahogo. Un ejercicio de juguetería para el intelecto. Insisto: un juego.En memoria de Manuel Vázquez Montalbán, a quien le debo lo que de fajardiano tengo.

Pep Fajardo

«CIELO». Catálogo exposición «Cielo»
Galería Raquel Ponce. Madrid. 2004

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